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¿Los perros y gatos saben su nombre, cuánto tiempo tardan en aprenderlo?

Experimentos con neuroimagen muestran que el cerebro canino procesa de forma distinta el lenguaje humano frente a sonidos aleatorios.

En 2019 investigadores en Tokio evaluaron la reacción de gatos domésticos y de cafeterías ante grabaciones que incluían sus nombres.
Gatos y perros entienden su nombre.En 2019 investigadores en Tokio evaluaron la reacción de gatos domésticos y de cafeterías ante grabaciones que incluían sus nombres.Créditos: Canva
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Perros y gatos pueden reconocer la secuencia sonora que corresponde a su nombre siempre y cuando esa secuencia haya sido asociada con consecuencias relevantes para ellos. La evidencia científica y las recomendaciones de especialistas en comportamiento animal coinciden en que ambos animales identifican sus nombres como señales aprendidas, aunque la forma y la motivación para responder difieren entre especies.

¿De qué manera aprenden los perros su nombre?

Los perros aprenden su nombre mediante condicionamiento clásico y refuerzo positivo. Cuando una palabra se repite en contextos agradables, caricias, golosinas, salida a pasear o atención, el animal asocia ese sonido con algo positivo y acaba respondiendo de forma automática al escucharlo.

Estudios y expertos en conducta canina señalan que el reconocimiento del nombre por parte del perro es comparable a las primeras etapas del aprendizaje del lenguaje en bebés: el animal gira la cabeza o mira al emisor al identificar la secuencia sonora como propia.

La capacidad de distinguir palabras concretas y de discriminar lenguaje humano frente a sonidos aleatorios ha sido documentada con técnicas de neuroimagen. Es decir, el cerebro del perro procesa de forma distinta la voz humana y sonidos sin significado, lo que facilita la identificación de nombres y órdenes cuando se han enseñado de forma consistente.

En condiciones normales un cachorro o un perro recién llegado puede comenzar a asociar su nombre en cuestión de minutos durante sesiones de entrenamiento centradas y repetidas. En términos prácticos muchos perros muestran reconocimiento básico de su dueño a los tres o cuatro días si el nombre se usa con regularidad y siempre en contextos reforzadores.

Mantener la constancia es clave: si el nombre solo se pronuncia en situaciones negativas o se utiliza sin recompensa, el perro puede ignorarlo o asociarlo con experiencias aversivas.

¿Reconocen los gatos su nombre?

Los gatos también son capaces de identificar su nombre entre otras palabras. Un estudio realizado con gatos domésticos y gatos de cafeterías demostró que la mayoría reacciona ante la reproducción del propio nombre mediante movimientos de orejas, miradas o vocalizaciones. Los resultados muestran que los felinos distinguen la secuencia sonora de su nombre incluso cuando la emite una persona desconocida.

Sin embargo, la principal diferencia con los perros radica en la motivación social. Los gatos no son una especie de manada y su conducta está menos condicionada a complacer a terceros. Por ello, aunque reconozcan su nombre, muchas veces deciden no responder si no anticipan un resultado valioso, como comida, juego o caricias. En otras palabras, para el gato la respuesta depende de la expectativa de beneficio inmediato.

¿Cómo enseñar el nombre a un perro o a un gato?

El método recomendado para ambas especies se basa en el refuerzo positivo y la consistencia. Para perros se propone exponer la atención del animal, decir su nombre y recompensar inmediatamente con una golosina o atención. Repetir varias veces al día y usar el nombre solo cuando haya algo positivo que ofrecer evita que el animal lo relacione con conflicto o castigo.

Para gatos se recomienda asociar el nombre con ritos previsibles y valiosos para el felino, como la salida de comida o el juego, lo que incrementa las probabilidades de respuesta. Evitar el uso del nombre en momentos de castigo o frustración es esencial en ambos casos.

Mantener sesiones cortas con tus mascotas, en ambientes tranquilos al inicio y aumentar gradualmente las distracciones, ayuda a consolidar la respuesta en escenarios reales. La constancia familiar y la ausencia de castigos directos reducen la probabilidad de que el animal aprenda a ignorar su nombre.